Muerte en el bosque. Fenomenología espacial comparada de tres imágenes kinetoarquitectónicas

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Pablo López Santana

10 MAR 2022

 

Muerte en el Bosque es un ensayo comparado de las imágenes del Cementerio del Bosque de Gunnar Asplund y Sigurd Lewerentz con las de los films Elvira Madigan y Madre e Hijo del sueco Bo Widerberg y el ruso Aleksándr Sokúrov respectivamente, a través de principios fenomenológicos de análisis espacial

  

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Izda.: propuesta de Asplund y Lewerentz para el Cementerio Sur de Estocolmo
Dcha.: Karesuando. Cementerio lapón en el bosque

  

Existe un carácter fundamental de la imaginación creadora frente a la substancia formal inmediata que provoca que la imagen percibida y la imagen creada surjan como dos instancias psíquicas muy diferentes, necesitándose un término específico para denominar a la imagen imaginada como función de lo irreal, incluso cuando esta provenga de una fotografía en su estricta función de lo real.

  

Ya que cuando lo real está allí, con todo su peso, con toda su materia terrestre, se puede creer fácilmente que desplaza y descarta a lo irreal. Pero en absoluto es así. En este sentido la imagen de la izquierda pertenece a una serie de colajes presentados en la propuesta de los arquitectos Gunnar Asplund y Sigurd Lewerentz para la ampliación del Cementerio Sur de Estocolmo, allá por 1915. Parecería que, pasando por alto experiencias estético-formales positivas, se mostrara en un ejemplo el interés apasionado del ensueño por algunas bellas materias que obedecen fielmente al esfuerzo creador. Y sin embargo, los dibujos montados sobre fotografías del lugar materializan un imaginario latente –terrestre si se quiere– como contraposición a la ensoñación. El colaje revela que los arquitectos estaban ante un problema de la imaginación que se encontraba bloqueada por la realidad. Era pertinente entonces, ante todas las confusiones de la época entre el cementerio jardín y las relaciones bio-antrópicas con la muerte, imaginar la substancia misma de esa imagen imaginada para construir una realidad. Es decir, formalizar (una realidad) gestada como función de lo irreal a través de la naturaleza salvaje. Atiende a aquel concepto estético que dicta que «cuanto más sea la materia, en apariencia positiva y sólida, más sutil y laboriosa es la necesidad de la imaginación» (Baudelaire, 1969: 317). El colaje, como técnica, es la creación de una ilustración compuesta por otras varias. Las imágenes se combinan con el objeto de obtener un sujeto connotado. Es decir, en los montajes que firma Lewerentz el bosque, la luz y las tumbas están impregnados de un esfuerzo por desprenderse del ilusionismo y adquirir sus propias dimensiones pero a la vez, como sujeto connotado, se alcanza una dimensión metafísica. Dicho de otro modo, la metafísica del sujeto-imagen-resultado no es un cuerpo de imágenes separadas por el que se busquen justificaciones inductivas del empleo del bosque en el acontecimiento funerario, sino que pone de manifiesto una estructura del acontecimiento, una virtud propia del escenario. Transmite una impresión panteísta de bosque obscuro en el seno del cual los túmulos son iluminados por una luz intra-arbórea. Esta situación privilegiada en la que el arquitecto nos emplaza dentro del bosque delata un espacio sin escondite que en cada uno de sus puntos es, ni más ni menos, lo que es: un bosque, unas tumbas. Cada punto del espacio es pensado ahí donde está, una tumba aquí, otra allí… y con la luz infiltrada, el bosque se convierte en el espacio de la evidencia del dónde. El espacio reposa por completo en sí mismo, homogéneo, isotrópico. Su ausencia de gesto formal inflige una violencia inaudita sobre el estremecimiento ante la muerte. La muerte es ella y nada más. El bosque no ofrece amparo al doliente (vivo), sino cobijo al cuerpo (muerto). Visto así, nadie podría decir que al túmulo le precedió un funeral. Todo lo más, el bosque reduce al funeral al rito de la sepultura. Así pues, y en contra de toda la literatura al respecto, resulta del todo inadecuado denominar a la propuesta el «Cementerio del Bosque», ya que tras esta expresión subyace el bosque como elemento implicado en el rito de paso mismo. Implica una relación de dominio entre los términos: el bosque posee al cementerio. Con el colaje como proceso de representación Lewerentz está expresando todo lo contrario. Lewerentz monta una imagen de unas tumbas (damos por buena su recopilación en el término cementerio) y otra de un bosque. Así pues Lewerentz dice hay un cementerio y hay un bosque, solamente coinciden en el espacio. Y es esta confluencia espacial la que permite encontrar una expresión admisible en Heidegger y lo que se podría denominar el cementerio-en-el-bosque.

 

Pablo López Santana es Doctor Arquitecto por la ETSA-US y miembro del Grupo de Investigación HUM-632. Extracto del libro número 48 de la Colección Arquitectura, Textos de Doctorado, págs. 15 a 16.

 

 

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