Óscar Gil Delgado
3 MAR 2022
“La arquitectura de esta Iglesia oculta un pasado fascinante de casi mil años de antigüedad. El desarrollo de la investigación, paralelo a las obras de restauración dirigidas por el autor, han servido para significar la existencia de restos de templos de las tres religiones del Libro en Sevilla”
Izda: fotografía de la portada de la Iglesia c. 1920. Fototeca de la Universidad de Sevilla
Dcha: planta del entorno de la Iglesia de Santa María la Blanca. Plantas esquemáticas de la manzana con los edificios más singulares. Elaboración del autor
Tras la incorporación de Sevilla a la Corona de Castilla en 1248, se delimitó una zona en el sureste de la ciudad destinada a servir de judería, momento en el que las mezquitas que se hallaban en su interior fueron transformadas en sinagogas. Después del asalto sufrido por la judería en 1391, dos de estas sinagogas se convirtieron en iglesias, bajo los nombres de Santa Cruz y Santa María de las Nieves y, en algún momento posterior a 1482, se adaptaría la última sinagoga al culto cristiano, bajo la advocación de San Bartolomé. La trayectoria de estas tres sinagogas durante la etapa en la que el sector fue aljama es poco conocida debido a la carencia de datos documentales. Aunque hay noticias referentes a sinagogas en la judería de Sevilla de la etapa musulmana, no hay certeza de que correspondan a alguna de las tres anteriormente citadas.
A partir de su conversión en iglesia las tres antiguas sinagogas corren suertes distintas: la actual Iglesia de San Bartolomé ocupa el lugar donde estuvo una sinagoga que se convirtió al culto cristiano con dicho nombre hasta que fue demolida y reedificada en el siglo XVIII, por ruina del templo antiguo. La que se conocía en aquel tiempo como Iglesia de Santa Cruz se situaba en la plaza que hoy tiene ese nombre y fue derribada durante la ocupación por el ejército francés en 1811. La parroquia se trasladó sucesivamente a dos conventos para terminar en el primero, antiguo de Clérigos Menores, situado en la actual calle Mateos Gago (antigua Borceguinería). Por último, la Iglesia parroquial de Santa María la Blanca sufrió una profunda transformación en el siglo XVII, debido al júbilo por la publicación en 1661 de un breve pontificio, del papa Alejandro VII, en apoyo al culto de la Inmaculada Concepción de María. Con motivo de las fiestas que se hicieron para celebrar la reapertura de la Iglesia en 1665, el clérigo Fernando de la Torre Farfán escribió una relación donde, entre otras consideraciones, se pormenorizaba la obra que se había realizado en la Iglesia. Inmerso en el ambiente sevillano de este siglo y, quizá, en un elogio exagerado de la intervención, el autor describe que Santa María la Blanca fue reconstruida completamente y que solo había quedado en pie la capilla mayor que, a su vez, había sido reconstruida cinco años antes.
La descripción contenida en esta relación, unida a que se transformó por completo el aspecto del interior de la Iglesia, ha provocado que en casi toda la etapa posterior se creyera que los restos de la sinagoga desaparecieron, derruidos en este momento. Una de las principales peculiaridades de este edificio, además de su dilatada historia, ha sido precisamente esta circunstancia, provocada en gran medida por este documento, que ha confundido a la mayor parte de los analistas del edificio desde el siglo XVII hasta hoy. Uno de los objetivos del presente estudio es precisamente demostrar el error de esta creencia, fundamentada en relatos y documentos pero no en pruebas materiales ni en el análisis arquitectónico del propio templo.
La siguiente particularidad del edificio objeto de este análisis ha sido la dificultad para descarnar sus fábricas. Debido a la repleción de la decoración de la obra barroca, no queda ni un palmo de superficie sin cubrición, ya sean azulejos, pinturas murales o yeserías. Solo durante las obras de sustitución de solería y restauración de azulejos, llevadas a cabo en 2012, se tuvo la oportunidad de apreciar y reconocer la naturaleza de las fábricas completando las hipótesis históricas planteadas por mí tiempo atrás.
Una tercera peculiaridad del trabajo de investigación, independiente este de la historia del edificio, ha sido su prolongación en el tiempo. Por causas ajenas a mi proyecto, las obras previstas se vieron retrasadas desde el año 2000 hasta el 2010, momento en el que, una vez cerrada la Iglesia por amenaza de ruina parcial, la administración y el Arzobispado de Sevilla llegaron a un acuerdo para comenzar las intervenciones más urgentes, que consistieron en la sustitución de la cubierta.
Óscar Gil Delgado es Doctor Arquitecto y Profesor del Departamento de Expresión Gráfica Arquitectónica, ETSA Universidad de Sevilla. Extracto del libro número 49 de la Colección Arquitectura, Textos de Doctorado, págs. 16 a 18.