De Venecias, Arquitectos y Diplomáticos

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Esta semana escribe... Carlos Tapia Martín

Sobre el autor: Doctor arquitecto y profesor titular en el Departamento de Historia, Teoría y Composición Arquitectónicas de la ETSA de la Universidad de Sevilla. Profesor invitado en la Universidad de São Paulo (IAU-São Carlos). Investigador Red Estudios Socioespaciales. Codirector de la Revista Astrágalo. Extracto en español del capítulo: Architectural DiplomaNcy. Págs.143-162. En: ReciprociUdad DESIGN DIPLOMACY IN SEVILLE. Málaga. Recolectores Urbanos. 2021.

Publicado el 16 de diciembre de 2021

 

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Interior de la Basílica de San Giorgio Maggiore. Venecia 2020. Fotografía del autor.

 

Entremos por la laguna, no por tierra firme, de mañana, rato después de la hora nona, para que el sol dibuje la Plaza de San Marcos vista desde la escenografía que en nombre de Palladio levantaron Simone Sorella y Vincenzo Scamozzi (para disgusto de Wittkower [1]), desde el interior de la basílica de San Giorgio Maggiore. Uno no puede ver el espacio teatral, “negativo” contra el espacio sansoviniano de la Piazzetta de San Marcos, como dice Tafuri (1978: 79) de la embocadura del Gran Canal sin dar la espalda a San Giorgio, salvo que se redunde la teatralidad imaginal y compuesta con las Zitelle y Redentore a partir una fachada interior de la misma Basílica San Giorgio Maggiore que coloca cada cosa en su lugar.

 

El santo Giorgio, alzado sobre la cúpula, manco por el impacto de un rayo, deja su labor de protector al patrono de la Fundación Giorgio Cini, Pasquale Gagliardi, para argüir un espacio altamente político del 15 al 17 de septiembre de 2004. Recluye para dialogar, el patrono Gagliardi, a un destacado grupo de intelectuales, como Bruno Latour, Peter Sloterdijk, Derrick de Kerckhove, Philippe Descola, François Jullien, Gilles Kepel, Angelo Scola, Adam Zagajewski, Sebastiano Maffettone, Giovanni Levi, y la única mujer: Isabelle Stengers. El segundo día, ella tiene la palabra. El primer día no la tuvieron los estudiantes que, yendo a un diálogo sobre la libertad, no los dejaron participar y, por sus beligerantes ademanes, fueron desalojados por los carabinieri. El tercer día era patente la falta de talento de los participantes tanto por el trato a los estudiantes (Giancarlo De Carlo, por lo mismo, presentó su dimisión en 1968 de la Triennale di Milano), como por la incapacidad de integrar la propuesta de Stengers en sus propios discursos. Stengers propuso la figura del diplomático, desnudado en su sentido más arraigado de hipócrita, y repuesto con un traje de verdadero creador, de paz, pero también de idiota, aquél incómodo que dice lo que hay de decir y convencionalmente jamás podría decirse.

 

Ese espacio, volviendo del revés hasta las piedras de su sostén, se connota con claves inéditas desde la formulación dislocadora de Andrea Palladio como arquitecto diplomático (no lo tuvo fácil el ser de Vicenza para trabajar en Venecia) y, como Tafuri [2] esgrima, “la ‘medida’ autónoma de la nueva res aedificatoria entraba en un difícil -quizá imposible- diálogo con la continuidad, con la sintaxis disuelta, con la dimensión inconmensurable del tejido urbano de la laguna. Sansovino aprendería el difícil arte de la mediación, pero Palladio impondría (o intentaría imponer) su microcosmos arquitectónico en una Venecia que ellos literalmente "interrumpieron". La misma consideración ha de hacerse con la falta de entendimiento sobre la propuesta de Stengers. No ha de tardarse en comprender que la mediación está comprometida como concepto teórico y si es difícil sacarla de la arquitectura, no digamos de la diplomacia. Pero, ¿y qué cabe decir de la mediación en tanto que arquitecto-diplomático, conjugando ambas disciplinas, ya no por separado?

 

Notas:
[1] Aunque sea marginal para mi argumento, no debe dejarse de reseñar estudio de Rudolf Wittkower en su “La arquitectura en la edad del Humanismo”, 1953 Editorial Nueva Visión, pág. 96, donde dice a propósito de sus fachadas: “debe advertirse que San Giorgio, tal como la conocemos en la actualidad, no corresponde a las intenciones de Palladio”.

 

[2] La cita está en Tafuri, Manfredo. Venice and the Renaissance. Cambridge, MA: MIT Press, 1989. Pág 8. Pero la conocemos por la lectura de Habraken, N J, and J Teicher. 2007. Palladio’s Children: Essays on Everyday Environment and the Architect. Taylor & Francis.

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